martes, 7 de febrero de 2012

Más sobre los que hablan del marketing


Hablaba en el anterior post de la manía y costumbre extendida, últimamente y de forma muy especial entre la clase política y algunas altas jerarquías económicas y empresariales, o sea de esos señores que viven en alguna galaxia alejada de la cruda realidad del mundo en que vivimos, de la manía decía de denominar con la expresión “operación de marketing” a cualquier cosa que pretenda engañarnos por enésima vez, vendernos lo invendible, convencernos de lo inexistente y pretender hacernos ver virtudes donde sólo hay vacío, y en todo caso de haber algo, solamente serían defectos y vicios ocultos.
Por otra parte algunos de los profesionales del sector entre los que no me cuento, los que se supone que saben y que son expertos del tema, y que por tanto son los que deben darnos las definiciones y argumentos válidos y explicativos sobre lo que de verdad es el marketing, parece que a lo único que se dedican en los últimos tiempos es a buscar expresiones, a cada cual más complicada, para acotar y parcelar, y volver a acotar y volver a parcelar en una estrategia sin fin, cualquier aspecto que permita subdividir el marketing en más y más subdivisiones, subespecialidades, subsectores y todos los sub que queramos poner.
Así nos vamos encontrando cada día y desde hace ya tiempo con expresiones y disciplinas tales como: marketing relacional, marketing de guerrilla, marketing emocional, marketing intelligence, marketing piramidal, marketing multinivel, network marketing, online marketing, offline marketing, outbound marketing, email marketing, socialmedia marketing, mobile marketing, sensomarketing, neuromarketing, emomarketing, etc, etc, etc
Qué barbaridad, como sigamos así, vamos a acabar teniendo una disciplina de marketing para cada día de la semana, para cada hora del día y para cada temporada del año.
Todos son expertos, todos son conocedores de lo que dicen, aunque aquellos primeros no sepan de lo que hablan cuando usan la palabra marketing, y estos últimos estén solo preocupados de inventar cada día una nueva disciplina para parcelar un poco más lo que de verdad es el marketing y la comunicación.
Pero a ninguno de ellos, ni a los primeros ni a los segundos, les he oído decir nunca lo que de verdad yo creo que es el marketing y como tal se lo contaba yo a mis alumnos cuando daba mis clases. Era muy fácil les decía yo, el marketing es ni más ni menos que “sentido común”, acompañado de conocimiento. ¿Fácil no creen?
Porque si consideramos el marketing como aquello que hay que hacer para conseguir que una persona compre un producto, con todas sus estrategias y circunstancias intermedias que hay que contemplar, el sentido común nos indica que el único camino posible es que, aquél que tiene el producto debe tratar de acercarse, conocer y persuadir a aquél que quiere que se lo compre. Ni más ni menos, conocimiento, cercanía y persuasión. El conseguir que una persona compre tu producto y se mantenga fiel al mismo, es exactamente igual que conseguir que el chico/a que te gusta sea tu pareja y te permanezca fiel. Cada día hay que volver a conquistar al cliente o a la pareja. Lo que decía, puro sentido común.

lunes, 6 de febrero de 2012

Todos hablan, ¿todos entienden?

Me hace gracia escuchar en los últimos tiempos tantas y tan reiteradas veces los típicos comentarios de "eso es una operación de marketing", eso es sólo "marketing sin nada detrás", eso que dice fulano de tal es únicamente "palabrería de marketing", y un larguísimo etcétera de comentarios en el mismo tono, dando a entender siempre y en todos ellos, que se está utilizando el marketing cuanto menos de una manera un poco engañosa e interesada para conseguir objetivos y fines oscuros.


Últimamente todos hablan y hablan de marketing como si todo el mundo supiera marketing, al igual que hablan de economía como si todos fueran economistas, y de política como si todos fueran expertos politólogos. Y la verdad después de escuchar a cientos de tertulianos, leer a cientos de articulistas y blogeros, es que pocos, muy pocos son los que realmente saben de lo que hablan.


Y todos, absolutamente todos parecen querer sentar cátedra y convencer de que sus argumentos y sus conocimientos son los mejores del mundo, pero no se dan cuenta de que la cosa no es así desde un principio básico y fundamental: todos y cada uno de ellos argumentan y exponen basados en creencias propias e intereses personales, y así sin ser objetivo e imparcial, es difícil creerse nada de nadie.