miércoles, 7 de marzo de 2012

El marketing: esa conquista diaria

Muchas veces me he preguntado si los que nos dedicamos a esto sabemos explicar correctamente en qué consiste nuestro trabajo, y si los que nos escuchan comprenden correctamente lo que decimos. Y entre estos últimos podríamos hacer dos grandes grupos: aquellos que no se dedican al marketing pero lo conocen por tener relación con esta actividad de una u otra forma, y aquellos que no tienen la menor idea de qué va la cosa, y con lo que se suelen quedar es con frases del tipo de "el marketing sólo sirve para vender", "con el marketing nos engañan" o "con el marketing nos hacen que parezcan necesarias cosas que no lo son".

Bueno, no voy a negar que alguna de estas afirmaciones y otras parecidas si pueden ser verdad en algunas personas que sólo utilizan el marketing como excusa de algo o como argucia para esconder u obtener alguna cosa por caminos poco claros.

Pero para los que nos dedicamos a esto desde hace muchos años, hacemos nuestro trabajo con pasión y sobre todo creemos en que el marketing es algo que más allá de definiciones, lo que consigue es crear comunicación entre personas, entre empresas y entre empresas y personas, para nosotros es emocionante explicar qué hacemos y aún más emocionante comprobar que cuando lo explicamos, quien nos escucha nos diga: "vaya profesión apasionante y bonita que tienes".

Por comparar el marketing con algo de la vida diaria en lo que todos o casi todos nos hemos visto inmersos en alguna ocasión, diría que es como una relación de pareja, con sus inicios titubeantes, sus aproximaciones insinuantes, los descubrimientos mutuos de virtudes y defectos, sus momentos de éxtasis y euforia acompañados de aquellos otros de tristeza y depresión, el descubrimiento de lugares, espacios y tiempos que compartir y la libertad de esos espacios y tiempos que cada uno siempre necesitamos para alimentar nuestra propia soledad.

Algo así sería la historia de lo que el marketing debe hacer y conseguir para que la pareja (producto y comprador) inicien una fructífera y deseablemente larga relación, en la que uno (el producto) debe mostrarse y seducir al otro (comprador) y lo debe hacer cada uno de los días en que la relación se mantenga.

No son buenas esas acciones de conquista en las que inicialmente se enseña lo mejor para deslumbrar, pero en las que luego no hay nada detrás sino el vacío más absoluto. Y en ésto es en lo que siempre terminan cayendo las empresas que piensan mucho más en la venta de hoy, que en el valor futuro de tener un cliente fiel y satisfecho.

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